Dónde ningún fan ha llegado

27.11.2017

Condición: El relato debe estar basado en una sitcom


Un destello cegador despertó a James Smith. El hombre, instintivamente, trató de llevarse el brazo a la cara para tapar el fulgor, pero en ese momento se dio cuenta de que estaba maniatado. Un dolor agudo en su sien le impedía pensar con claridad. No sabía dónde estaba ni recordaba qué le había llevado allí. Al cabo de unos minutos sus ojos se acostumbraron a la claridad y pudo al fin abrirlos. Se encontraba en una habitación sin ventanas, iluminada por un único foco en la parte superior de la pared frontal. James giró el cuello con dificultad y pudo observar otros hombres y mujeres para él desconocidos y en su misma situación, maniatados a una silla de oficina. Algunos de ellos estaban despiertos y se miraban unos a otros con pánico. James contó doce, incluyéndose a él mismo. Ninguno se atrevía a hablar. El ruido de una puerta lateral atrajo la mirada de los cautivos. Una extraña figura cruzó el umbral. Parecía un hombre escuálido y exageradamente alto. Llevaba un traje ajado, repleto de arrugas y descosidos. En su mano portaba una bolsa oscura. Una máscara de Peppa Pig le cubría el rostro, dotándole de un aspecto siniestro.

—Bienvenidos, mis queridos actores -proclamó el extraño captor, abriendo los brazos de manera conciliadora-. Os he reunido a todos hoy para representar una singular función. Me gustaría...

El hombre se calló de repente, sacó un revólver del bolsillo de su traje y disparó al aire. Los pocos cautivos que todavía estaban inconscientes despertaron y profirieron gritos de pánico al encontrarse en aquella situación. El enmascarado guardó su arma y continuó.

—Cómo iba diciendo, me gustaría que representaseis mi propia versión de Con leche y azúcar. Me ha costado mucho dinero reunir a todos los actores de la serie, así que no esperéis que os deje marchar fácilmente. Aquí tenéis los guiones y una navaja para cortar las cuerdas. Desataos y aprendedlos. Tenéis una hora.

James Smith, panadero de profesión, no entendía a qué se refería con actores. Conocía la comedia de situación, bastante de moda, y aunque podía parecerse levemente al gracioso de la serie, no había actuado en su vida. Tras arrastrarse hacia la bolsa, desatarse y entablar conversación con el resto, se dio cuenta de que estaban todos en la misma situación. Al cabo de una hora volvió a aparecer el misterioso enmascarado. Apenas habían tenido tiempo de aprenderse el guion. El hombre los condujo, revólver en mano, por un estrecho y oscuro pasillo que terminaba en una amplia estancia de techo alto y abovedado. Parecía un pequeño hangar. En el medio de aquella habitación había un plató chapucero que intentaba imitar a la cafetería de la serie. Los improvisados actores ocuparon las posiciones de sus personajes en aquel decrépito escenario. James examinaba con atención el lugar buscando una posible ruta de escape.

—¡Qué comience la función! —gritó el enmascarado, situándose detrás de una cámara de video casera.

—¡Oh, Charles! —recitó una chica que hacía el papel de la amiga enamorada—. ¡Oh! ¿Puedes pasarme el café?

-Claro, Clara -contestó James, haciendo un chasquido mientras la señalaba-.

—No, lo prefiero solo. —Risas enlatadas sonaron desde unos altavoces situados a los laterales del escenario. Parecían perros ladrando.

—Pues me voy —replicó James, mientras se levantaba de manera muy mecánica. Las risas enlatadas volvieron a sonar. Por lo que había leído en el guion, todos los chistes eran así.

—¡Oh, no! ¡Charles, no te vayas! —exclamó la chica, sobreactuando exageradamente—. ¡No sé qué haría sin ti!

—¡Corten! —gritó el enmascarado—. Vaya mierda de toma. Sois un asco de actores.

Acto seguido, el hombre sacó su revólver y disparó contra los intérpretes. Ambos cayeron muertos en medio de la falsa cafetería. Aquella doble ejecución hizo entrar en pánico al resto de cautivos. Huyeron en todas direcciones, tratando de escapar desesperadamente de aquel asesino. El enmascarado se quitó la máscara de Peppa Pig, mostrando así un rostro escuálido e inexpresivo. Comenzó a perseguir y ejecutar a todos los cautivos, uno tras otro. Cuando el último cayó abatido, guardó su revólver, todavía humeante, y caminó lentamente hacia una salida oculta.

—Habrá que hacer un capítulo recopilatorio —murmuró para sí mientras abandonaba la estancia.

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