Arturo González, enfermero de la prisión, habla sobre Eduardo Castedo: «En el fondo sentía lástima por él»

10.12.2019

Condición: El protagonista ha de ser un asesino.


Para la historia de hoy me desplazo hasta Alicante para entrevistar a Arturo, que en los noventa trabajó como enfermero en el hospital psiquiátrico penitenciario de la ciudad. Arturo me recibe en su piso. Su rostro, surcado de arrugas, muestra una expresión melancólica. Me invita a un café y me acomoda en un sillón de su salón. No parece tener muchas ganas de empezar la entrevista. Charlamos un buen rato de política hasta que me ofrece comenzar.

-Buenas tardes, Arturo. En esta entrevista me gustaría arrojar algo de luz sobre la historia de Eduardo Castedo. ¿Cómo lo conoció usted?

-Bueno, por aquel entonces yo trabajaba de enfermero en el hospital psiquiátrico de la cárcel. Eduardo ingresó en el noventa y dos, justo antes de las olimpiadas. Había sido condenado por asesinar a su mujer. Era ya mayor, y tenía un Alzheimer bastante avanzado. Según el informe que me dieron, al regresar a su casa no reconoció a su mujer, se enajenó y la golpeó con su bastón una y otra vez hasta que la mató.

-Es una historia trágica, sin duda. Eduardo dejó huérfanos a sus dos hijos, de dieciocho y veintiún años. Pero cuénteme, ¿cómo era su relación con Eduardo?

-Al principio era para mí como un recluso más. Era bastante tranquilo. Mi relación con él se limitaba a darle su comida y medicación. Pronto cogió confianza conmigo, aunque de primeras nunca se acordaba de mí. Me contaba historias de su vida. Eran siempre las mismas, repetidas. En el fondo sentía lástima por él.

-¿Es cierto que Eduardo no recordaba haber matado a su mujer?

-En realidad me hablaba de ella como si estuviese viva. «Tengo muchas ganas de salir y ver a María y a los niños», solía decirme. Él creía que estaba en un hospital normal. No veía ni las rejas ni los guardias. No parecía un asesino.

-¿Iban los hijos de Eduardo a visitarlo?

-Sí, venían una vez al mes. Yo solía estar presente por si ocurría algo. Eduardo no los reconocía, creo que solo los recordaba de niños. Algunas veces hasta se negaba a recibirlos. Aún recuerdo sus miradas... [pausa]. Había mucho dolor en ellas, ¿sabe? Recuerdo una vez que Eduardo les dijo: «No quiero veros, quiero ver a María, ¿por qué no viene a visitarme?». Alba, la menor, rompió a llorar y Eduardo se puso a gritar sinsentidos. Fue un momento muy tenso.

-Arturo, me gustaría que me hablase de la noche en la que Eduardo falleció.

[Arturo no contesta al momento. Tiene la mirada perdida en la pared desnuda del salón. Espero pacientemente varios minutos hasta que se decide a hablar]

-Fue una noche muy lluviosa, de gota fría. Ya casi había terminado mi turno. Fui a comprobar que Eduardo dormía, pero todavía estaba despierto. «Arturo -me dijo. Y me sorprendí de que se acordase mi nombre-, acabo de recordar algo terrible». «¿Qué ocurre?», le pregunté. Y entonces me di cuenta de que estaba muy serio. «Yo maté a María, ¿verdad?». Me cogió por sorpresa. Y entonces le conté lo que ocurrió. Él preguntó: «Los dos que me visitan siempre, ¿son mis hijos?». Le contesté que sí, y entonces me agarró de la bata y me dijo: «Ellos sufren viendo a un padre que no recuerda su propio crimen. Ahora me acuerdo, pero sé que no tardaré en olvidarlo. No quiero amargarles toda su vida, haciendo que cuiden de un asesino enfermo. Quiero pagar por lo que hice. Ayúdame a morir, Arturo. Ayúdame a morir».

-¿Entonces lo hizo? ¿No murió de forma natural?

-Pensé que estaba delirando, así que fui a buscar un sedante. Le inyecté una dosis, y entonces me dijo... [rompe a llorar], me dijo, «¿Es usted el médico? ¿Me puede dar el alta? Quiero ver a mi mujer». Y yo le dije, «No se preocupe, que pronto la verá». Y... le puse otra dosis. Y otra más. Y otra... [su voz está descompuesta por el llanto]. No sé por qué lo hice, me arrepiento tanto... Él era inocente, no era un criminal, solo era un pobre enfermo. Lo siento tanto...

[Decido interrumpir la entrevista y me despido educadamente de Arturo, que continúa llorando, desahogándose tras tantos años de culpa reprimida]

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar