El cuento de la ventera y el molinero

08.09.2023

Condición: El relato debe estar basado en un refrán o dicho español


Había una vez un pueblo muy pequeñito a los pies de una montaña muy alta. En el pueblo vivían muchos granjeros. Algunos sembraban trigo, otros sembraban cebada y unos pocos sembraban tomates. Pero también había una niña que sembraba viento. Ella no era granjera, ella era ventera. Su trabajo era el más importante de todos. En aquel pueblo nunca soplaba el viento, que es lo que trae la lluvia. Por eso, todos los domingos, los granjeros llamaban a casa de la ventera y le decían: «¡Ventera, ventera, nuestras plantas tienen sed!». Entonces, ella subía a lo alto de la montaña, donde el aire era muy puro. Tan puro era que los espíritus del viento volaban muy felices en él. La ventera, cuando llegaba a la cima, les cantaba esta canción.

Viento, viento, ven aquí

Que tu lluvia venga a mí

Sube, baja, sin parar

Ven conmigo a bailar

Al oír la canción, los espíritus del viento se acercaban a la ventera y bailaban a su alrededor. Entonces, la ventera cogía su cazavientos, que es como un cazamariposas muy grande, atrapaba a uno de los espíritus, lo metía en una botellita y bajaba al pueblo con él. Después, iba a los campos que cultivaban los granjeros y lo liberaba allí. El espíritu, en agradecimiento por el viaje y la canción, traía la lluvia y regaba las sedientas plantas de los granjeros.

En este pueblo había también un molinero. El río que movía las aspas de su viejo molino de agua se había secado hace muchos años. El molinero tenía entonces que mover con sus brazos la pesada rueda que molía el grano, así que siempre estaba siempre muy cansado y de mal humor. El molinero, que era muy listo, pensó que si consiguiese viento podría convertir su molino de agua en un molino de viento, y así no tendría que mover la pesada rueda.

Un domingo, los granjeros fueron a buscar a la ventera a su casa. Llamaron a su puerta y dijeron: «¡Ventera, ventera, nuestras plantas tienen sed!». La ventera salió entonces con su cazavientos y subió a lo alto de la montaña. El molinero la siguió a escondidas. Cuando llegaron arriba, el molinero escuchó cómo la ventera cantaba la canción:

Viento, viento, ven aquí

Que tu lluvia venga a mí

Sube, baja, sin parar

Ven conmigo a bailar

Los espíritus bailaron alrededor de la ventera, y el molinero vio cómo capturaba a uno con su cazavientos. Entonces, tuvo una idea. Esa noche, mientras la ventera dormía, el molinero entró en su casa y le robó su cazavientos. Subió a lo alto de la montaña y cantó la canción. Atrapó a todos los espíritus de viento que bailaban a su alrededor y los metió en botellitas. Luego devolvió el cazavientos a casa de la ventera, que seguía profundamente dormida y no se enteró de nada. El molinero trabajó toda la semana para convertir su molino de agua en un molino de viento, y cuando terminó, encerró a los espíritus en él. Entonces, las aspas del molino empezaron a moverse muy rápido, empujadas por los espíritus de viento, y el molinero se puso muy contento porque ya no tenía que mover con sus brazos la pesada rueda.

Pero llegó el domingo siguiente, y los granjeros fueron a llamar a casa de la ventera. «¡Ventera, ventera, nuestras plantas tienen sed!» La ventera cogió su cazavientos y subió a la cima de la montaña. El aire seguía siendo muy puro, pero ya no había espíritus de viento volando en él. La ventera cantó la canción:

Viento, viento, ven aquí

Que tu lluvia venga a mí

Sube, baja, sin parar

Ven conmigo a bailar

Pero ningún espíritu vino a bailar con ella. Bajó de la montaña muy triste. Los granjeros, cuando se enteraron de la noticia, se pusieron también muy tristes y se preocuparon por sus plantas, que tenían mucha sed. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que el molino de viento del molinero giraba muy deprisa. Fueron a preguntarle, y este les dijo: «Los espíritus del viento mueven mis aspas». Los granjeros le contestaron: «Dadnos uno al menos, o nuestras plantas morirán de sed». El molinero, que era muy egoísta, les dijo: «Os doy uno a cambio de la mitad de vuestro trigo». Los granjeros, que no tenían otra opción, aceptaron, y el molinero les dio a uno de los espíritus. Pero cuando los granjeros lo liberaron en el campo, el espíritu estaba tan enfadado que no les trajo lluvia. Los granjeros fueron entonces a pedirle otro espíritu al molinero. Este les contestó: «Os doy otro a cambio de la mitad de vuestra cebada». Los granjeros aceptaron, y liberaron al espíritu, que también estaba muy enfadado y no les trajo lluvia. Lo intentaron una tercera vez, prometiéndole al molinero la mitad de los tomates. Pero el tercer espíritu estaba todavía más enfadado. Se unió a los otros dos, y juntos crearon una tempestad terrible. Llovió y llovió como nunca había llovido en aquel pueblo. El río volvió a llevar agua, tanta agua que arrasó con el molino del molinero y liberó a todos los espíritus. El tiempo se calmó, los espíritus volvieron a la montaña y los granjeros se pusieron muy felices de ver sus campos regados. El molinero, sin embargo, había perdido su molino. Se acercó a los granjeros, muy triste, y les pidió ayuda para reconstruirlo, a lo que estos contestaron «No te ayudaremos porque tú no nos ayudaste». El molinero estaba muy arrepentido. La ventera, que era muy amable, se acercó a él y le dijo «Ven conmigo, te enseñaré a ser un ventero». Y así fue como el molinero se volvió un ventero y aprendió a sembrar el viento y a cuidar de los espíritus. Su corazón se volvió tan puro como el aire de la montaña y aprendió que todos los malos actos tienen consecuencias, y que por eso hay que ser amables y generosos con los demás. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

(El refrán es: Quien siembra vientos cosecha tempestades)

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